martes, 29 de diciembre de 2015

Por, Manuel Hernandez Villeta

Una política desesperada de desarme de la población, no va a dar buenos resultados. Logrará titulares de periódicos y loas momentáneas, pero la espiral de violencia seguirá incontenible.

El arma de fuego es un instrumento que se utiliza para matar o someter a otra persona, pero la intención y la acción que ejecutan el disparo son motivadas por los bajos instintos, malos sentimientos y agresividad del que porta el instrumento letal.

Sino limpiamos la conciencia del hombre de hoy, de poco servirá el desarme. Luce una desesperación de sectores mediáticos abogar por el desarme, por pensar que ello pondrá fin a toda violencia, y no es así. Las armas clandestinas no serán controladas. Ahora mismo, está prohibido el porte de armas sin permiso o autorización legal, y los delincuentes, como dice la misma policía, muchas veces están mejor armados que las autoridades.

Con una prohibición de las armas de fuego, los delincuentes que tienen sus revólveres sin permiso, seguirán portándolos y cometiendo sus fechorías. La prohibición de armas de fuego en la praxis únicamente tocará a los que tienen registrados sus instrumentos letales.

De hecho, a la violencia la prohibición de armas de fuego sería como un pellizco sencillo. Lo que genera la violencia es la falta de sensibilidad social, las frustraciones, el poco valor que se le da a la vida humana, la falta de educación hogareña y la prepotencia generalizada.

Detrás de la violencia hay los rasgos lastimosos de la exclusión social. La violencia no es una moda, sino que surge como una de las fuerzas colaterales de la miseria absoluta, del cierre de oportunidades, del futuro que no se ve y de la desesperación de los que desean vivir fuera de sus posibilidades económicas y sociales.

Soy partidario de que se conozcan a fondo las causas que generan la violencia, y entonces se vaya a pensar en un desarme general de la población. Es hasta una forma de evasión social, pensar que en un abrir y cerrar de ojos se terminará la ola de criminalidad y violencia porque se desarme a la población.

Si se puede tomar una acción que podría ser preventiva, y es sólo dar permiso y facilidades para la tenencia y no el porte de las armas. Tenerlas en las casas, en los negocios, pero no exhibirlas en las calles. Separar en forma efectiva el porte y la tenencia de las armas de fuego.

La sociedad dominicana colapsa porque se han carcomido los principios morales y el respeto a la vida. Por más letal que sea, un arma de fuego es un objeto inanimado que necesita a un sicópata que apriete el gatillo. Nadie habla en mejorar la formación del ser humano, hacerlo volver a una etapa de civilización y respeto, para que se reduzca la violencia y se evite el derramamiento de sangre.

Si se desarma a los ciudadanos que portan sus armas de fuego con autorización, pero se es impotente para quitarle a los delincuentes las que esgrimen en las sombras, ¿de qué servirá una ley de adiós a las armas de fuego?.


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