martes, 10 de septiembre de 2013

Matrimonios religiosos, democracia, e irresponsabilidad

Por Neloson guzman
Fuente: Diaspora Dominicana

Es la 5:55 p.m. de la tarde fue la respuesta que recibió el oficiante Rafael Jhovanny Ortiz Wessin (al preguntar el tiempo), un joven apuesto que con el título de “Anciano”, otorgado por la Congregación de los Testigos de Jehová, ministraba la primera ceremonia matrimonial religiosa, no católica en la República Dominicana, celebrada con la presencia de las altas cortes, el miércoles 28 de agosto, del corriente año 2013.

El significado de esa fecha permanecerá grabado por los siglos de los siglos porque institucionaliza la inclusión y la apertura democrática de una de las más sagradas instituciones de la vida en sociedad; el matrimonio.

El valor de esa apertura no es conocido aún por una buena parte de los sectores a los cuales beneficia, porque han sido sorprendido en su encierro miope. Pasaran años, décadas, siglos y esta memorable ocurrencia permanecerá, será objeto de dramas y películas premiadas en el buen cine. ¿Cuál es el punto de partida de este cambio revolucionario que hoy se cuela controversial, en las primeras páginas de los diarios?.

La Constitución de la República en el Artículo 55 instituye la Familia como “el fundamento de la sociedad” y el matrimonio como el lazo jurídico que une a un hombre y una mujer, dentro de su mandato le da a los matrimonios religiosos efectos civiles en los términos que establece la Ley 198-11, sin perjuicio de lo dispuesto en los Tratados Internacionales.

La Iglesia Católica goza de los beneficios de un tratado internacional llamado Concordato firmado entre dos Estados; La Santa Sede y el País, el 16 de junio de 1954 en el cual “La República Dominicana reconoce plenos efectos civiles a cada matrimonio celebrado según las normas del Derecho Canónico.

Hasta la celebración de esta boda objeto de polémica, la democracia dominicana estaba muy coja, se veía como si la Iglesia Católica tuviera un privilegio irritante frente a otras denominaciones por la ausencia de una ley que regulara la igualdad de un derecho ya constitucionalizado.

Ciertas comunidades evangélicas han querido tergiversar el espíritu de la Constitución, de la ley y su reglamento, empequeñeciendo esta conquista democrática, por razones no espirituales.

Las comunidades religiosas se han proliferado en el país, parece que la modernidad y las necesidades espirituales crecen juntas y esto es bueno, lo que no tiene sentido es que el tema del matrimonio religioso sea desviado por ciertos grupos de beneficiarios pretendiendo con el punto, legitimar liderazgos a lo interno de sus organizaciones, esto puede hacer de una gran conquista social una victoria pírrica.

La ley es para todos y todas, no solo para los cristianos, regula los matrimonios religiosos, la ley rompe pretensiones fundamentalistas cuasi inquisidoras de ciertos grupos, que se creen propietarios de la fe cristiana.

Esta es la culminación de un proceso para llevar a la legalidad constitucional el producto de la mesa de diálogo, de talleres y del más amplio abanico interactivo de la democracia. Nunca una ley y su reglamento se han consensuado más entre los actores protagónicos, que la Ley 198-11.

En esta primera fase, 56 organizaciones fueron entrenadas por la JCE, de las cuales tres han sido acreditadas, 443 ministros fueron capacitados y treinta casamiento – matrimonio religioso y dos ministros completaron toda la documentación para recibir sus licencias, de estos, treinta son ancianos de la Congregación de los Testigos de Jehová. Esa es la manzana en disputa, el protagonismo de ciertos grupos religiosos que no tomaron en serio su responsabilidad y ahora se quieren justificar en sus iglesias, pasando sus fallas al terreno normativo de la Junta Central Electoral, y de manera más grave a su presidente, acción a todas luces poco honesta. ¿Quién puede oficiar un matrimonio? El que está acreditado.

Aunque de abuelos católicos practicantes, nací en un hogar no católico, mis padres vivos aún celebraron bodas de oro juntos. Hice estudios de teología y estoy aferrado al fomento de la calidad de la democracia. Esto no me hace cómplice del enanismo mental de ciertos dirigentes cristianos que han abrazado la espiritualidad, tras canonjías terrenales muy materiales y pueriles.

La Junta Central Electoral está facultada para reglamentar, pero los reglamentos como los dogmas después de definidos, no se aplican con aclamaciones populares ni se pueden torcer por acciones mediáticas, de intereses privados.

Las reglas plantean un orden, sabemos que hay iglesias que no son tales y que por no cumplir requisitos, nunca recibirán los beneficios de la ley, pero sabemos también de quienes quisieran hacer del desorden una línea de mando y esto no cabe en un Estado Social Democrático de Derechos.

Cuestionar para evadir es pobreza intelectual, confundir y mentirles a los feligreses no es de nobles, porque nadie es más estúpido que el que promueve la ignorancia. La facultad de juzgar institucionalmente quien es y quien no es cristiano nos es estatuible. El cristianismo, más que una declaración, es un estilo de vida y el mismo Jesús dijo “mi madre y mis hermanos son los que hacen la voluntad de mi padre”. Dios es amor y el amor no excluye.

La libertad religiosa muy reclamada por los adventistas desde el siglo XIX ha ganado tanto terreno que los papas desde Juan XXIII hacia acá reconocen como hermanos a los demás cristianos y nuestro cardenal hoy es directo hablando de los hermanos cristianos.

Si los Testigos de Jehová tomaron el matrimonio religioso más en serio y se prepararon primero, teniendo todos igualdad de oportunidades, ¿por qué regatearles ese mérito?

Flaco servicio a la fe hacen los que solo se interesan en los beneficios de la democracia, sin servirle a ésta y ni siquiera guardando la forma la fomentan. Feo es ver la inclusión y la participación como de interés faccioso y en nombre del bien común aferrarse a intereses sectarios tras ambiciones individualistas.

El pueblo cristiano, llamado a ser luz, pronto superará ese liderazgo torpe que lo acogota y que solo busca la paja en el ojo ajeno. Los que envueltos en mezquindades, al ver el crecimiento de otros, interfieren para que todos nos desarrollemos solo a la estatura de enanos. Se parecen mucho a un camillero que corre a velocidad no porque le interese salvar al paciente sino golpear al médico con la camilla.

Muchas veces cosas buenas, personas y grupos la ven mal, por decrepitez egoísta, pero envidian sus efectos. Cabría el retruécano de que; lo malo no es que este mal, es maldad porque no está a mi servicio. Poco decoroso es, hacer como el estudiante inepto que se quema y maldice al profesor por no completarle su baja nota.
Los que en vez de reconocer desconocen; los que en lugar de premiar arrebatan méritos; los que aparentan valentía ante encuadramientos y grupos para amarrar liderazgos apócrifos y lograr que los reelijan como voceros.
Ante estos, en defensa de la democracia y la participación inclusiva, me toca certificar el buen papel de la Junta Central Electoral y de su presidente, frente a quienes como la zorra de la fábula no han hecho nada para alcanzar las uvas y para justificar con malas artes el oído a sus adláteres, tienen que conformarse con ladrar.

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