miércoles, 21 de enero de 2015
2015 es perfecto para dejar de quejarte
Seguro conoces a un espécimen de la clase “quejilla”: dícese de la persona que bajo cualquier circunstancia, en cualquier momento, a cualquier hora y sobre cualquier particular, invariablemente pronuncia una queja. Personas que de todo se quejan: si hace calor, si hace frío, si les gustó la película, si no; si algo les costó dinero o no. Es tan cansado escuchar a una persona que tiene una queja cada vez que habla, que sólo logran alejar a las personas alrededor y eso provoca… adivina qué… ¡más quejas!
Quizá todas pasemos por esa etapa en algún momento de la vida. Honestamente, sí recuerdo en algún momento de mi vida que me quejé por todo, para todo y con todo. Hasta que comprendí que, en el fondo, entre muchas otras cosas, el pensamiento quejilla es una expresión de la frustración y de la falta de confianza en los demás, sí, pero también de la falta de confianza en las propias capacidades.
Si nuestras quejas fueran una caja cerrada, al abrirla encontraríamos nuestras expectativas ilusorias mezcladas con nuestras exigencias: yo quiero que A realice B (exigencia) para que resulte C (expectativa)… y me quejo cuando C no sale (frustración) porque A no hizo lo que yo le pedí. Es nomás un ejemplo, porque si te pones a pensar en todas las quejas que viven en tu cabeza y en tu corazón, probablemente encontrarás ejemplos más complejos.
Cualquier momento es bueno para dejar de quejarse, pero aprovechemos que estamos comenzando un nuevo ciclo, el año 2015, para cambiar nuestra actitud y vivir de manera más positiva… poco a poco, porque no hay magia.
¿Y por dónde se empieza?
Primero, vivamos en el hoy. Pensar siempre en el futuro genera expectativas que nadie sabe si se cumplirán. Lo que pasará mañana (o pasado mañana, o el próximo mes, o el próximo año) está fuera de nuestro control. Lo que sí podemos hacer es vivir este día con honestidad, con amor y con alegría. Así vamos construyendo el futuro.
Segundo, apreciemos a quienes están alrededor. Ya sé que no estamos rodeadas de ángeles y querubines, pero si estás compartiendo experiencias con una persona que te agrada o que te desagrada es porque la vida es un aprendizaje constante.
Y tercero, tratemos de ponernos en los zapatos de los demás. Esto se llama empatía y no sólo nos ayuda a comprender a los otros, sino a comprendernos a nosotras mismas.
Fuente: El Diario N.Y.
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