lunes, 18 de enero de 2016
Sendas Cerradas
Por Manuel Hernandez Villeta.-
El transfuguismo es una muestra de la degradación de la vida política nacional. El cambio de chaqueta lanza a un basural a las ideas y todo se convierte en el intercambio de un mercado donde se termina el honor y las ideologías.
El arribismo, el oportunismo y el buscar una parte del pastel es lo que mal forma al transfuguismo local. Es unavariante adaptada a las circunstancias de la política nacional, donde al parecer nada es nada, y en base a poder conseguir un cargo se venden la conciencia y el alma.
La no existencia de una lucha ideológica hace que sea lo mismo militar en cualquiera de los partidos que participarán en las venideras elecciones congresuales, municipales o presidenciables. Poco importa el color de la banderilla de un partido determinado, si su olor a peso se puede sentir a la distancia.
Todos los que accionan hoy en el devenir político-partidista han gozado de las míes del poder. Unos han trabajado con seriedad y honradez, otros han sido mano suelta, pero de una forma u otra ninguno de los que tienen hoy liderazgo han estado fuera de una maquinaria gubernamental.
Parecería ser que en el sentir de una parte del conglomerado nacional da lo mismo estar al lado de una sigla determinada, si de por medio signífica seguir arriba. La mayoría de los cargos congresuales y municipales son tan deseados, buscando el provecho y el beneficio particular, pero nadie piensa en el bien común.
Para acabar con el transfuguismo se necesita más que un simple comentario. Nadie puede tirar la primera piedra, todos han escapado de grupos políticos en los que militaron en un instante determinado, por considerar que ya no tienen nada que ofrecer, o para buscar nuevos rumbos futuristas.
Pero sin cambios a la vista. Hoy la plataforma de gobierno de los partidos políticos está en la cabeza de sus principales dirigentes, no es un proyecto tangible y viable que puede ser llevado de inmediato a la práctica. No hay necesidad de programas de gobierno, porque los activistas partidarios no lo exigen
El pueblo, la gran masa silente, más le interesa el paso de las caravanas y los colores de las corbatas de los candidatos, que un programa de gobierno donde se espongan formas para acabar con la marginalidad y que el partido pueda avanzar hacia el desarrollo.
Sin ideologías, hemos caído al espectáculo de la política norteamericana donde se considera que el color del maquillaje en la cara del candidato puede decidir una victoria presidencial. Recuerden hace muchos años el debate entre John F. Kennedy y Richard Nixon, donde los analistas estiman que el rostro sin maquillaje de Nixon presentó un efecto negativo en las pantallas de la naciente televisión en colores, que le hizo perder las elecciones.
Estamos en medio de la nada. Sin rumbo y sin caminos que andar.
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