jueves, 9 de febrero de 2023

Breve historia del servicio telefónico en Padre Las Casas

Por La Voz Tubanera
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El teléfono fue inventado por el italiano Antonio Meucci en 1854, pero formalmente patentado en 1876 por el escocés Alexander Graham Bell. Este maravilloso invento llegó a Padre Las Casas cien años más tarde, digamos que gracias al romanticismo de Ezequiel de Jesús Paulino Cárdenas (Paulino). 

Para 1970, Paulino, como siempre ha sido conocido, tenía una crianza de chivos en El Jobo, y visitaba a Padre Las Casas ocasionalmente. Lindo pueblo, hermoso clima, de gente amigable, y sí, le habría gustado vivir allá, especialmente por la abundancia de agua que facilitaría la crianza de caprinos. Pero su esposa no podía mudarse a Padre Las Casas por su trabajo, y para Paulino, saber de su familia de vez en cuando (por la falta de un modo de comunicación viable en el pueblo) no era suficiente. Él tenía que estar en comunicación con su familia constantemente y, en ese entonces, en el pueblo no había servicio telefónico. 

Pasaron 15 años para que, por una razón o por otra, Paulino se mudara a Padre Las Casas (encantado con el pueblo, pero frustrado por tener que depender del lento y precario servicio del correo postal para saber de su familia.

Hasta que un día (y por razones similares a las de Meucci), Paulino decide instalar una central telefónica en el pueblo.

¡Vaya innovador y necesario para el desarrollo tecnológico y general de PLC! 

Para tal empresa, Paulino contaba con los conocimientos y vasta experiencia que había adquiridas tras muchos años de trabajo en CODETEL, don Paso Morel (q.e.p.d.) de socio, y unos telefónos de segunda mano provinientes de una compañía de teléfonos alemana que estaba en el país. 

Desde que Paulino empezó a instalar dicha central (en una casa que había frente a lo que era la Maternidad y hoy es la Junta Central Electoral) en el pueblo no se hablaba de otra cosa. Unos cuchicheaban, “y disque van a poner el teléfono”, a lo que algunos hacían un gesto despectivo con la cabeza como para indicar que eso no iba para ningún lado. Otros, lanzaban un brillito de emoción en los ojos mientras soltaban un ¡“ajááá…!” (como emocionados con el avance pero no queriendo que se note), y otros no decían “ni pí ni pío” (como si ellos nunca fueran a necesitar de ese invento). 

Después de Paulino salvar escollos, mover teclas, y hacer gestiones con el Ayuntamiento Municipal para obtener el permiso de operar, por fin queda instalada la primera central automática telefónica local [1986/1987?] con capacidad para 100 líneas. 

¡Que emoción!

El funcionamiento de los teléfonos constituyó un “wao” en la población; especialmente entre la clase pudiente, no muy pudiente pero con visión en el futuro, y aquellos que tenían familiares en el extranjero que veían la posibilidad de comunicarse más frecuentemente con ellos sin tener que depender exclusivamente del servicio de correos que cada vez servía menos. 

Para finales del mes, en el pueblo había 50 teléfonos. Pérsida Sánchez, Wenceslao Paniagua, el colmado de la Super, doña Aida y doña Aní, la profesora Charo y Genera, entre otros, fueron de los primeros en poner el servicio en la parte de abajo del pueblo. [De la parte alta del pueblo La Voz Tubanera no pudo recabar información pero pueden dejarla en los comentarios). 

Los ya usados teléfonos eran de disco, y para llamar se marcaban dos dígitos (35, 48, etc.). Se tenía que firmar un contrato de $150.00 pesos, además de pagar el servicio mensual de $5.50 para residencias (un poco más alto para los centros comerciales). Como el costo de la vida sube, la mensualidad del servicio aumentaba de acuerdo al mismo, y los negocios llegaron a pagar hasta $20.00 mensuales. 

Al principio, no solo la situación económica limitó la instalación de teléfonos en casas y negocios; también había mucha reserva, falta de confianza en la tecnología, y malos augurios al respecto. Sin embargo, cuando esos primeros teléfonos instalados comenzaron a sonar (y la gente a tomar conciencia y ver la comodidad), se destapó un “boom” por el servicio. ¡A los seis meses se agotaron las líneas y Paulino tuvo que instalar 100 líneas más!

Los ensayos 
Cuando en una casa se instalaba un teléfono, la central llamaba a alguien que ya tuviera el servicio para que éste marcara el número nuevo y así probar si la línea trabajaba. Era tanta la fiebre, que algunos, como doña Miledys Herrera, por ejemplo, averiguaba el número del teléfono nuevo que iban a poner, y comenzaba a llamar antes que la instalación finalizara, ¡imagínese! 

Demanda 
Para el 28 de diciembre de 1989 ya se podía hacer llamadas a larga distancia. El padrecasense ausente, su mayoría en EE. UU. y Puerto Rico, sabe lo que eso significó: comunicación rápida y directa con su gente. 

La demanda del servicio iba en aumento, y para 1991 ya había 400 líneas. Y, al aumentar la cantidad de líneas, también aumentaron los dígitos que había que marcar para hacer una llamada; ahora se marcaban 4 dígitos (0272, 0385, etc.). 

La población crece, la demanda por servicio telefónico aumenta, y Paulino no da a basto, por lo que ese mismo año (1991), le vende la central al entonces CODETEL (hoy CLARO). A medida que el servicio aumentaba, también aumentaba la cantidad de dígitos que había que marcar. De 4 dígitos se pasó a 7, siendo los tres primeros el código para la región (521); por lo que había que marcar el código + el número asignado, es decir, 521-5555, y así sucesivamente. 

El sistema también se actualizó progresivamente hasta llegar a un sistema llamado Sistema Paso a Paso, que puede resistir hasta 1,000 líneas; y para 1994 y 1995 CODETEL tenía instalado el sistema Cero Más y DDD. Una vez más se aumenta el número de dígitos para marcar: se agrega el código del país (809) para hacer una llamada (809-521-5555).

Actualmente, en la central de Padre Las Casas ya no caben más líneas, ya que el servicio se ha extendido a las zonas aledañas, por lo que ahora, a los nuevos usuarios ya no se les asigna el código postal regional (521), sino otro, como el 848-xxxx en Los Naranjos. 

Gajes del oficio 
En un principio, las instalaciones de los primeros teléfonos tuvieron ciertos inconvenientes (que se fueron solucionando poco a poco). A estos inconvenientes se les llamaba “cruce de líneas” cuando: 
- Se marcaba un número y salía otro
- Levantar el teléfono para hacer una llamada, y antes de marcar escuchar la conversación de otros (sin que los implicados se dieran cuenta) 
- Estar en una llamada y de repente escuchar la conversación de otro (y a veces varias conversaciones al mismo tiempo).

Es bueno recordar que al principio, la gente hablaba por teléfono voceando, porque pensábamos que la otra persona estaba muy lejos y así escucharía mejor. Actualmente ya es raro ver un teléfono de esa época (de disco) en las casas; ahora se usan los inalámbricos, o en su defecto, los celulares, que esa ya es otra historia porque han ido evolucionando, de aquellos grandes y pesados que llamaban “guaya hielo”, a los de tapita, y ahora los que son “inteligentes”. 

Hemos pasado de teléfonos de disco de segunda mano, a teléfonos inalámbricos (para ir por toda la casa y hasta la acera hablando), con identificación de llamadas, (para ver quien llama y si quiere no contesta), y hacer llamadas de conferencia (hablar con dos o tres personal a la vez). 

Con esa fiebre del teléfono, a muchas personas la llamaban para hacerle una broma. También se hicieron llamadas con lenguaje obsceno que eran respondidas del mismo modo. A continuación dejamos algunas anécdotas que pudimos recopilar. Si usted fue parte de una (o sabe alguna) déjela en los comentarios y recuerde que, ¡recordar es vivir! 

Anécdotas 
Gregorio Calderón (Gray) Una de las primeras casas en donde instalaron el servicio telefónico fue donde la profesora Charo. Gregorio, su hijo, con esa fiebre de hablar por teléfono, siempre estaba “dándole teclas”, hasta que un día lo llamaron de la central y le dijeron que dejara el teléfono tranquilo que estaban trabajando en las líneas. Siempre que en Barrio Lima instalaban un teléfono nuevo, Gregorio corría a oír sonar el teléfono y preguntaba el número que le dieron. Y así, junto a Oliver Romero (el nieto de Juana) y Sandy Manuel Dicló (Chálago), hicieron una mini guía telefónica. Tanto así, que cuando alguien quería saber un número, le preguntaban a ellos, ¿tú sabes el número de ‘fulano de tal’? 

Asunción Marte (La Super)
Algunos se tomaron la tarea de hacerle bromas pesadas a dueños de teléfonos. A la Súper la ponían soplar por teléfono, diciéndole que era una prueba que estaban realizando, y que no parara de soplar o se dañaba el servicio. “¡Sople, sople!” y la pobre mujer soplando sin parar hasta quedar exhausta.

Pérsida Sánchez
Estaba Pérsida y unas amigas sentadas en el parque, frente de la casa de esta, precisamente diciendo que había que tener cuidado por las bromas que le estaban haciendo a algunos. Cuando en eso suena el teléfono de Pérsida; ella corre a tomar su llamada, y dice, 
- “Aló, ¿quién habla?” 
- “Aquí Altagracia, ¿ y allá?”, le responden. A lo que Pérsida contesta, 
- “¡Aquí el diablo!” y cuelga (¡ella pensaba que la iban a relajar!). 

El sorteo 
Otra llamada popular era la del sorteo. “¡Ring, ring, ring!” 
- “Aló”. 
- “Buenas tardes” saluda una voz con tono de locutor.
- “Sí, diga”. 
 - “Le estamos llamando de Radio Guarachita para informarle que usted se acaba de ganar dos pelucas, una para la cabeza y la otra para la cuca”. 

El funcionario
Un día llamaron a casa de cierto funcionario, y quien tomó el teléfono fue una niña a la que, (imitando la voz de Balaguer) le dicen que está llamando el Doctor Balaguer, presidente de la República. A lo que la niña suelta el teléfono y sale corriendo a buscar al papá, “¡papi corre, corre, que te llama Balaguer!”

Una distinguida dama 
 Llaman a la casa de cierta dama y cuando esta contesta le preguntan, 
- “Señora, ¿allá hay luz? 
- “¡Sí! ¿Por qué?” 
- “¡Pues apáguela de inmediato con un peo!” 

Muchos fueron objetos de este tipo de bromas, pero cuando empezaron a salir los cuentos y la gente se dio cuenta de lo que había, ya cuando alguien llamaba y empezaban con el relajo, inmediatamente el interlocutor lo mandaba al D.- 

¿Sabe de una anécdota? ¡Anímese a dejar la suya!

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